Los “guajoloteros” de Amecameca, aquellos icónicos urbanos que alguna vez recorrieron las calles de este pueblo mágico, son ahora parte del recuerdo colectivo de generaciones que vivieron sus días entre risas infantiles y el bullicio de las esquinas. Pintados en tonos amarillos, blancos o café claro, estas unidades de transporte, robustas y llenas de carácter, marcaron una época en la que el tiempo parecía transcurrir más despacio.
