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Estación del Ferrocarril de Amecameca, al fondo el Popocatepetl ca. 1890 |
En los recuerdos entrelazados de los habitantes de la Ciudad de México y el Estado de Morelos, perdura la nostalgia por un medio de transporte que alguna vez fue vital para la conexión entre estos dos territorios: el tren de vía angosta que partía desde la estación San Lázaro, en la capital mexicana, hacia tierras morelenses. Este proyecto ferroviario, concebido con la ambición de unir los dos puertos más importantes del país, Veracruz y Acapulco, dejó una huella imborrable en la memoria colectiva de quienes alguna vez viajaron en él.
Conocido en la jerga popular como "el tren de juguete", este pequeño convoy de tres carros se abría paso entre paisajes cambiantes, transportando alrededor de 60 personas por vagón, junto con ocasionalmente un carro adicional para acomodar grandes bultos. Aunque su velocidad promedio no superaba los 25 kilómetros por hora, este tren permitía apreciar los encantos del entorno rural, desde el Lago de Texcoco hasta la majestuosidad de los volcanes Iztaccíhuatl y Popocatépetl.
El recorrido no solo era un medio de transporte, sino una experiencia en sí misma. En las estaciones intermedias, como Los Reyes y Ayotla, los viajeros eran recibidos por vendedoras de comida que ofrecían una variedad de platillos típicos y golosinas para deleitar el paladar de los pasajeros. Los niños, por su parte, agudizaban el oído para detectar el zumbido característico de la locomotora, anunciando la llegada del tren con sus vibraciones a través de los rieles.
A lo largo del trayecto, el ferrocarril no solo era un medio de transporte, sino un impulsor de actividades económicas en las comunidades por donde pasaba. Desde la venta de lácteos hasta el turismo en las ruinas arqueológicas, el tren de vía angosta dejaba un impacto tangible en la vida de quienes habitaban en su ruta.
Sin embargo, con el paso de los años, el auge de las carreteras y el abandono de las vías férreas condujeron al declive del tren de juguete. El último viaje a Cuautla por la vía angosta se realizó el 11 de octubre de 1973, marcando el fin de una era. La inauguración de una nueva ruta de vía ancha desde la estación de Buenavista, con una velocidad y comodidades superiores, relegó al olvido a la antigua estación San Lázaro y al tren que una vez fue el símbolo de la conexión entre la Ciudad de México y Morelos.
Hoy, los recuerdos de aquellos días dorados del ferrocarril de vía angosta persisten en la memoria de quienes tuvieron el privilegio de viajar en él. Aunque el tren haya desaparecido físicamente, su legado perdura en las crónicas y relatos que atestiguan su importancia en la historia del transporte mexicano.
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Un cielo limpio y un Ixtaccihuatl de fondo para el ferrocarril interoceanico- San Lázaro- Cuautla en 1952 de via angosta cerca de Amecameca |
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